Paddock.

No recuerdo con exactitud que mes corría. Tampoco es muy importante. Más bien diría que carece de interés. Si recuerdo que la angustia de un tiempo cercano, había quedado atrás. Ya no me sentía apocado. Existía, habitaba en mí, una anodinia exquisita.
Todavía no oscurecía en el paddock de Palermo.
Majúl me había dado una fija. Y cuando Majúl me dateaba, era difícil que pierda...

El ejemplar se llama Lucky Rodión.
Un zaino de 4 años, que había corrido tres carreras y que cuidaba Salgado.
La Rosa de Palermo decía que tenía un tercero y un quinto en San Isidro. En Palermo venia de entrar tercero a pescuezo de Incorregible, y a medio cuerpo de Mr Chinasky. Lo que más entusiasma es que larga de los palos y el jockey es Sena.
Faltan más de 20 minutos para que entren a gateras.
Al mirar la pizarra, Lucky Rodión paga 6 con 30, momento en que decido llamar a mi amigo Diego Villa Gómez, para preguntarle si quiere que le juegue un par de boletos.
Conocía de sus reproches, cada vez que se enteraba que me daban una fija y no le avisaba.
Escuche el pedido de Diego y me encamine hacia las ventanillas, no sin antes volver a echarle un vistazo a la pizarra, 6 con10.
Mientras bajaba las escaleras del paddok, volví a pensar en que dentro de un mes y diez días se me vencía el contrato de alquiler. Y que esta era una buena oportunidad para solucionar el futuro problema.
Al llegar a la ventanilla elegida, hay cuatro apostadores delante de mí.
Saco el dinero del bolsillo y repito en voz baja la jugada por hacer.
La ventanillera es una morocha de pelo recogido, sonrisa algo falsa pero efectiva. En su rostro apenas se distingue un toque de rubor y el arqueo de sus pestañas es natural. Apariencia muy refinada. Destila femineidad.
Seguro que su papá es dueño, o cuidador de algún stud. Y como ella es autosuficiente y no quiere ser mantenida, se sentó ahí hasta terminar Diseño en la Universidad del Salvador.
Llega mi turno.
Me dice hola y me sonríe.
Apoyo el codo en la ventanilla y sonrio.
“Me das un Big Mac, y me agrandás las papas”
Como respuesta obtuve un jajaja, jajajja, jajajja. Y se borró lo “algo falso” de su sonrisa.
“Háceme triple de $400 al numero 1. Háceme la exacta compartida 1 con todos, de 5 vales. Y la doble 1 con todos, de 3 vales”
Le tenes fé al uno, me dijo. Manteniendo la sonrisa.
Más fé te tengo a vos, conteste.
Controlé los boletos dándole la espalda, partiendo hacia las escaleras.
Antes de pisar el primer escalón, observo por anteúltima vez la pizarra. 6 con 80.
Todavía faltaban 5 minutos para que larguen.
Subiendo las escaleras escucho que alguien grita: ¡Conde! ¡Conde!
No lo podía creer. No, perdón. No es que no lo pueda creer, en este hábitat es normal.
Era Telerín que me llamaba, agitando las manos.
¿Quien es Telerín?
Un conocido de un íntimo amigo.
Le dicen Telerín por su pasado en canal trece, cuando a dicho canal se lo identificaba con un muñeco.
Telerín había sido la envidia de muchos en sus años mozos, allá por zona sur.
Y en capital también.
Siempre bien vestido, elegante. Había convivido con una Mis Mundo.
Le encantaba el escolazo , las mujeres y el mangazo.
Dicen que no tenía mucho afecto por el laburo.
Siempre estaba en la lona y nunca tenía un cobre.
Una de las últimas veces que lo había visto le habíamos dado, con el Pelado Kiko, un par de “morlacos” para que pudiera caminar.
“¡Que haces Conde! ¡Dame un abrazo!
¡¿No me digas que tenes algo para esta?!
¡Hijo de puuuu!
No sabes Conde…ando en la mala total. No consigo laburo.
Vine porque quede en encontrarme con un punto que me iba a recomendar para manejar un taxi. Si no, ni loco asisto.
No, pero mal, mal, mal esta vez. En 2 días hice un almuerzo.. Y así fue toda la semana.
Comiendo salteado.
Me cortaron el gas. Se me rompió la pileta de la cocina y la del baño. Y no puedo usar el agua hasta que llame a un plomero.
Tengo que lavar los platos con el agua del inodoro, cuando los lavo.
No. Mal, mal. Malaria fea me toco esta vez.
Ni para papel higiénico. Colgué la guía de teléfono del picaporte de la puerta del baño. Sabes como raspa.”
¡Tomá Tele, más no tengo!
Mirá que el uno, anda bien en está.Lo dateo.
“¡Me salvaste hermano! ¿Posta, posta no? Mira que los dejo ahí. Con esto como 15 dias.
Se nota que tenés la escuela del gordo Héctor, he.
¡Encima con esa pinta!... ¡Vos tenés que vivir gratis, pibe!”
Todo eso vociferaba, mientras agitaba el billete de $50.
Mi anteúltimo billete de cincuenta.
“Apúrate que no llegas” le dije.
Se fue corriendo a la ventanilla, mientras gritaba, ¡Gracias! ¡Gracias!
Conocí muchos hombres como Telerín.
Muchos que vivieron entre lujos intermitentes, excesos y placeres. Y que promediando los 50, algunos antes, otros después, se encontraron en harapos con la más profunda soledad.
Carta, que siempre esta en el mazo, y cualquiera la puede ligar.
Claro que encontrándome por cumplir 22 años, apenas si me resulta una futura pesadilla.
La carrera es de 1600 metros.
Ubiqué la gatera con la vista y algunos caballos estaban entrando.
Entrecerré los ojos frunciendo el seño, y ahí estaba.
Podía ver los colores de la chaquetilla de mi jockey; celeste con mangas blancas, gorra colorada.
A Lucky Rodión se lo alcanzaba a ver tranquilo, al menos eso parecía desde donde me encontraba.
Deposité mis pupilas por dos segundos en la pizarra. 6 con 20.
Sabía que a último momento bajaría , posiblemente a 5 con 70, 5 con 50.
Aún así, seguía siendo un excelente sport.
El favorito es el numero 5, Fumando Espero. Es del stud La Biznaga y lo corre Valdivieso.
En este momento empiezo a transpirar un poco.
El mejor jockey y el mejor stud, pagan, $1,90.
Sentí que una vez más se me había ido la mano.
Jugué $1500.
Si todo sale mal aún me quedan $100 en el bolsillo derecho del pantalón.
Automáticamente recuerdo a Telerín, controlo el dinero y cuento $50.
Es todo el efectivo que me queda, más algunos víveres en el aparador.
Y las expensas por pagar...
En el trabajo no puedo sacar más vales hasta el próximo mes.
Si las cosas no se dan como espero. La voy a pasar bastante mal una vez más.
¿Con qué necesidad?
¿Para qué?
¿Sentía adrenalina al creerme aventurero?
Sí. La verdad que sí.
¿Qué sentido tiene estar al límite?
¿Vértigo, para qué?
Y…es lindo el vientito en la cara.
Pero en algún punto se trata de autodestrucción.
En dos instantes se me vino a la cabeza, como llegó a mí el dinero que acababa de dejar en ventanilla, y lo que podría haber echo con él.
Hacía poco más de año y medio, compre un Volkswvagen escarabajo, modelo 63, alemán.
Lo usé poco y nada.
Cuando lo compré no sabía manejar, y al día de hoy sigo sin registro de conducir.
El día que María de las Mercedes me dejo por un striper, por la noche salí con su hermano a bailar a City Hall. Llevamos el escarabajo.
Sentencian que me agarre una mamúa feroz y me fuí, no recuerdo con que señorita.
El hermano de María de las Mercedes se llevo el escarabajo, con la mala suerte, que se le cortaron los cables del embrague y de los frenos.
El pibe llegó bien.
El escarabajo, con el guardabarros derecho a la miseria.
Al día siguiente después de una larga resaca, dió conmigo María de las Mercedes.
Increpándome dijo que era un inconsciente por darle el auto a su hermano. Recordándome que solo contaba con 16 años.
Volvió a negar lo del striper, y volvió a afirmar que era un inmaduro.
Gritó que el auto se encontraba estacionado en la puerta de su edificio.
“¡LO SACÁS, YA!”
Tomé aire y contesté: “Voy a dejar el escarabajo estacionado en la puerta de tu casa, para que cada vez que entres y salgas, al verlo, te acuerdes de mí. Te quiero” y colgué.
“Me encanta el escarabajo, no estés triste, ya se te va a pasar” Me dijo desde el bidet mi compañera de City Hall, tras escuchar la conversación.
¿Que tiene que ver esto con el dinero que aposte en ventanilla?
Quince días atrás, la madre de María de las Mercedes, llamó por teléfono pidiéndome encarecidamente que retire el auto de la puerta de su edificio.
Llevaba estacionado ahí, 7 meses, con linyeras durmiendo adentro, los faroles rotos y con vecinos empujándolo al medio de la calle. Hasta que llegó la policia.
Mi amigo Gerardo se encargo de llamar a Alcovento (grúa).
Lo llevó al taller del Gordo Marasco (sí, puso un taller).
El gordo lo vendió en una semana contra su voluntad a $1200. Acusándome de loco. ¿Lo estoy?
Y…puede ser. Si consideramos que: El auto vale $3500, mi sueldo es de $800, el alquiler que pago es de $300, igual que el vale que saqué en el trabajo.
….y acabo de jugar $1500 a un caballo.
¡Ojo!
El caballo paga $5,80. Con las jugadas que hice, si el caballo cruza el disco en primer lugar, aproximadamente cobro: A ganador $1740, a segundo $660 y a tercero $540.
Hasta aquí suman $2940.
Más las imperfectas y las dobles que había echo, seguro llegaba a $ 4000, $4500.
Cinco meses de trabajo. (Para que hagan balance, 20 sueldos mínimos de hoy)
Viéndolo con esté prisma, no se si estaba tan loco.
Pero, también podría haber invertido el dinero en otra cosa más productiva. Y no sacar un adelanto en la oficina.
Podía haber renovado el contrato de alquiler sin depender de lo que suscite con Lucky Rodión.
Seguramente la vieja me aumente la renta a $350. Dos meses de anticipo, más el mes de alquiler dan, $1050.
Todavía me sobran $150. Los cuales los podía haber destinado a un curso de ingles, o pagar tres cuotas en la escuela de actuación de Raúl Serrano. Arreglarme la muela que se me partió.
Es verdad…hubiera podido utilizar mucho mejor el dinero.
¡¡ LARGARON!!
El sonido de los megáfonos sacude mis pensamientos.
Busco desesperadamente a Lucky Rodión.
Largó bien. Sena no lo apura. Lo colocó quinto en el pelotón.
Así cruza los 400.
Adelante viene…no se quien es. Al segundo lo diviso, pero no es de mi interes, ya que el jockey viene pegando y faltan 1200 para el disco.
En tercer lugar, como de paseo, viene Fumando Espero. Sabía que su jockey Valdivieso, en cualquier momento lo ponía a correr. Y se escapaba.
Lucky Rodión sigue quinto. Sena con la cola parada. No tenía que dejarlo escapar.
Dejaron el codo, con Fumando Espero en segundo lugar.
Valdivieso lo pone a correr buscando la punta.
La gente enloquece. Me envuelven gritos ensordecedores.
¡Valdivia viejo nomás! ¡Valdivieso viejo nomás! ¡El cinco viene primero!
Todos saltando, gritando. Agitando sus revistas.
“No pierde más” dijo un viejo.
¡Valdivia vieeeejo nomáaaassss!
El nunero 1, Lucky Rodión sigue quinto, pero Valdivieso se escapaba.
Sabía lo que me esperaba.
Tendría que recluirme en mi departamento por un tiempo largo. Siempre que renovase contrato, claro.
No más bares, no más noche.
Sopa instantánea, un poco de pan, y rogar que no vuelva el dolor de muelas. Me cortarán el teléfono.
Que vergüenza, cuando la dueña se entere de las expensas atrasadas.
Lo que más me atormenta es quedarme encerrado, sin poder salir.
Voy a terminar como Telerín, viviendo en una pensión, comiendo salteado, solo y sin trabajo.
Los ojos se me llenan de lágrimas.
Para más flagelo, desconociendo el porque, en medio de mi frente se tatúa como un flash, la imagen de María Luz Rivero y Hornos y su cruel presagio: “Con vos no voy a llegar a nada. No me convenís. Yo quiero un hombre que estudie, que quiera formar una familia. Vos me haces sufrir. Nunca vas a cambiar”
María Luz Rivero y Hornos contrajo matrimonio con odontólogo marplatense hace 3 años.
“Nunca vas a cambiar” me retumba en el cráneo.
Soy un fracaso, una decepción.
Inmóvil, infeliz, derrotado, me encontraba en el paddock.
¿Por qué no puedo ser una persona normal?
¿Por qué no puedo cambiar?
¿Por qué mi naturaleza es así?
¡¡Tengo que lograr cambios!!
¡Yo puedo!
Tengo que ahorrar, gastar lo justo. No salir entresemana. Tener estabilidad.
Sacar un crédito para la casa propia y pagar las cuotas correspondientes.
A los 50 años llegaría a ser un muy buen propietario. Y si me caso, mi cónyuge podriá pagar la mitad. El plazo se acortaría.
Sí. Si pudiera permutar mis sacrificios laborales por algo positivo, material.
Trabajo hace 8 años sin poder acumular, malgastando el dinero.
Derrochando y despilfarrando.
Tengo que cambiar. Ordenarme.
Ser disciplinado. Eso me ahorrará previsibles angustias.
¡Tengo que cambiar!
Eso, disciplinado. Ganar estabilidad.
¡¡ SSSSEEEENNAAAAA VIEEEEEJOOO NOOMAAASSS!
¡SENA VIEJO NOMÁS!
Un viejo grita a dos metros de mí, mientras se ahoga.
¡SENA VIEJOO Y PELUUUUDO NO MAAAAAS!
Ahora son más los que chillan.
Observo la pista. Vislumbro la chaquetilla; celeste con mangas blancas y gorra colorada.
Es mi jockey. Es Sena.
Es Lucky Rodión atropellando en busca de Fumando Espero.
150 metros para el disco.
Tomo todo el aire que me es posible.
¡¡ Y GRITO!! ¡¡ GRITO!! ¡¡GRITO!!
¡¡SEEEENA CARAAAJOOO!!
¡¡ SENA VIEJO NOMAS!! ¡¡ SENA VIEJO NOMAS!!
Los gritos comienzan a mezclarse.
¡Valdivieso viejo nomás! ¡Sena viejo y peludo!
¡Valdivia para todo el mundo! ¡Sena carajoo!
A cada grito que doy puedo sentir como algo se rompe en mi garganta.
A cada silaba gritada, se desgañita más.
50 metros para el disco, no llega a dos cuerpos la ventaja de Fumando Espero sobre Lucky Rodión.
Mi cuerpo tullido, rígido, puño apretado.
Sigo vociferando como pocas veces recuerdo haberlo echo.
¡¡SEEE-NAAA CAAAAA-RAAAA-JOOO!!
Aúllo.Los alaridos son como si le gritasé a alguien, o a algo.
Gritaba: A los de mi oficina y sus putos vales, a ser un Telerín. ¡A las Marías que se fueron con otros! A las pensiones y hoteles baratos, a comer salteado.
Al dolor de muelas, a la sopa instantánea. A los créditos hipotecarios, a quedarme encerrado sin poder salir.
A la disciplina.
¡¡ Sena viejo nomás!!
Y cruzaron el disco.
Nadie sabe con exactitud quien ganó. Todos opinan.
“Que no llegó a taparlo” “Lo tapó en la raya” “Gano el cinco” “Gano el uno”
“Que carrerón”
Todos mirando el marcador.
Suben la bandera verde. ( Miran el video de la carrera y la foto de llegada).
Diviso a Julio Majul, con el cuidador y el dueño del caballo.
Sena no ha desmontado. Valdivieso tampoco.
Después de transcurrir dos minutos...
Abajo el cinco...Y el paddock estalló.
Lucky Rodión se impuso a Fumando Espero, por ventaja minima.
Gritos, puteadas, festejos.
Hombres rompiendo boletos y estrellando revistas contra el suelo.
Un señor despide su dentadura postiza con los brazos en alto, al grito de Sena.
Bajo los escalones al encuentro de Majul..
Me abraza. “Te asustaste he”. Me dice.
“Jugué fuerte Julio” Le susurro.
Me presenta al cuidador. Le doy la mano a Sena, que seguía arriba del caballo, y palmeo a Lucky Rodión.
Nos sacamos la foto.
Julio me invita a su mesa, en la oficial.
Hay whisky, risas, alegría. Un mozo trae Champagne para el brindis.
Salgo con Julio a caminar, a tomar un poco de aire.
Le pido que me acompañe a cobrar.
“Te hiciste unos buenos mangos, tratá de que te duren una semana. ¿Querés que te guarde algo? “
Si alguien sabía del vaivén de los billetes, ese era Julio con sus 72 años.
Llegó la última carrera. Julio no me dejo pagar nada en la mesa.
Me invito a cenar con el cuidador y un par más.
Me niego.
” Mañana te veo” le digo. Y le doy un beso.
Cruzo el paddock hacia Dorrego y Libertador.
Escucho gritar a alguien.
Es TelerÍn que corre hacía mí.
Me da un abrazo que se me hace interminable.
“Me salvaste pibe. ¡Toma! Los 50 que me diste.”
No se los acepto.
“¡Que cagazo, pensé que no llegaba a a taparlo!!
Toma, dale, los 50. Si tengo para dos meses de pension”
Me volví a negar con un abrazo.
Al llegar a la esquina amago a parar un taxi.
Pero recuerdo que María Eugenia, María de los Ángeles y María Marta, viven para el otro lado.
¿Con cual de las tres ir a cenar?
Decido cruzar Libertador, pero el semáforo me lo impide.
Detrás mío, noto mas gente que pretende cruzar.
Siento dos miradas inquisidoras.
Tanteo los seis sueldos ganados, en mi bolsillo derecho.
Sabia de los que relojean las ventanillas y abordan a la salida.
Cruzo algo perseguido. Aminoro el paso y los dejo pasar.
No veo taxi alguno. Camino por libertador.
Los posibles secuaces desaparecen. Al menos los pierdo de vista.
Parsimonioso me detengo frente a la cancha de polo, miro las estrellas, y decido cenar con María de los Ángeles. Su marido se encuentra en un congreso medico hasta la semana entrante.
Me siento cansado, exhausto. Como si me hubiesen dado una paliza. Me duele la garganta.
¿Por qué no irme a descansar, y pensar en que invertir el dinero?
¿No quería cambiar? Era un buen momento para empezar.
Dejo pasar un taxi. Dejo pasar dos.
Retomo mi caminata por Libertador, decidido a irme a dormir, a descansar.
Mañana iría fresquito al trabajo. Es más,devolvería el vale sacado.
Sería el primer paso para intentar ser una persona normal.
De repente, un Peugeot azul con vidrios polarizados se me pone a la par.
Me acompaña un metro. Dos. Tres.
Los secuaces, que creí perder de vista, vienen por mi efectivo.
Perdí.
Dos bocinazos. Me detengo.
El Peugeot se paraliza delante de mi.
La ventanilla comienza a descender.
“Hola. ¿Todavía queres un Big Mac con papas grandes?”
Son rachas, pensé.
Al tiempo que subo al auto de la posible estudiante de Diseño,mientras pienso donde ir a cenar, percibo que sus pestañas no tan arqueadas, pero sin el uniforme, trasmiten más sofisticación .
Ya habrá tiempo de cambiar...
¿Habrá?

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