"Bar Liberty"

Esta es una historia más de y en la ciudad de Buenos Aires.
Corría el año 2000, antes de la explosión.
Horacio tenía en ese entonces 45 años.
A los 18, tuvo la suerte, según él, de entrar a trabajar en la Phillips. Y hacía 1 año, que la Phillips, había decidido dejar de producir lamparitas en Argentina, para hacerlo en Brasil.
A Horacio le tocó una suma de plata, junto con el retiro voluntario, que nunca se sabe si es mucha o poca tal cantidad, después de una vida entregada a Felipe lamparita. Prefiero no opinar.
Horacio dio término a su gestión retirándose como jefe de piso, en el área de producción.


Héctor, amigo de Horacio desde la infancia y 3 años mayor que él. Dos años atrás, recibió su indemnización, luego de 14 años de trabajo en editorial médica.
A diferencia de Horacio, Héctor venía desde hace 2 años gastando bastante plata, sin tener entrada alguna de dinero, salvo algún pick- 4 que acertaba en el Hipódromo de Palermo.
A eso hay que   sumarle que conoció a mujer de 23 años. A la cual le alquiló un departamento en el centro. Lo amueblo. Y le colocó heladera y equipo de música, para que ella recibiera ahí, a sus clientes.
Vale aclarar que Héctor no es, ni era, un cafisho. Solo que se había enamorado equivocadamente, como tantos otros, de la mujer equivocada en su ultimo jirón de juventud. (Perdón, Homero).
Vale decir que, entre la nami y el bulo que le puso, el casino de Gualeguaychú y el turf diario, y sin trabajar, Héctor con su indemnización, por más de dos años, había echo maravillas.
Claro que con ese ritmo de vida, no hay indemnización que resista.
Eso fue lo que notó una noche en cajero automático de Talcahuano y Santa Fé, cuando la Banelco no respondía.
En su casa, en una latita escondida prolijamente en el bargueño, aún le quedaban unos dólares sin cambiar.
Momento en que Horacio y Héctor deciden juntarse para hacer algo. Para dejar de ser empleados y pasar a ser independientes.
Cierta tarde fuí consultado para saber que me parecía tal cosa o tal otra.
Me consultaban a mí, que era   lo mejor. Si una peluquería, un lava-rap, una casa de empanadas, un locutorio.
Yo en ese entonces trabajaba como promotor para unos shampoos de Roberto Giordano.
Le dije, la peluquería podía ir muy bien.
Pero claro, nadie que haya trabajado de operario 35 años en una fábrica y le falte la falange del dedo índice derecho, podía pensar en desarrollarse como peluquero.
Tratamos de convencerlo con que su función podía ser lavando cabezas o en la caja.
Pero no dio resultado alguno.
Lo peor que puede sucederle a alguien que paso toda la vida en relación de dependencia, es que cuando tiene la posibilidad de independizarse, titubea sin tener idea de que hacer.
Se siente perdido y con miedo a que todo le salga mal.
El locutorio era muy caro, al igual que la franquicia de un repulgue nada noble.
La idea que más les entusiasmaba, era la de la casa de quinielas.
Pero no estaban entregando licencias en La Plata, para dichas casas. Y para la compra de un fondo de comercio no daban los números.
Así fue que pasaron dos semanas mirando los clasificados.
Los acompañe a ver varios locales en Recoleta y Barrio Norte.
La plata alcanzaba para alquilar. Pero nadie sabía que poner, y si alcanza el dinero.
Un día me avisaron de un bar por Avenida Independencia.
Fuimos. Lo observamos.
Entraba gente y salía.
Lindo bar, de madera, tipo salón de té, en una esquina de Solis e Independencia.
A mi mucho no me entusiasmaba la zona.
Pero ellos,   nerviosamente contentos, decían q estaba muy bien..
Van, hablan con el dueño. Se quedan 2 días relojeando la recaudación.
No se hasta el día de hoy que vieron ahí, pero se decidieron por él.
Los tres pusimos algo de dinero, que era bastante, época del uno a uno.
Horacio fue el que más puso.
Papeles, inmobiliaria y contrato.
Mamita la que se venia!!
Héctor y Horacio, nada entendían de gastronomía.
Héctor rememoraba su pasado en el Parque Japonés, a los 16 años, cuando hacía panchos y despachaba bebidas.
Empapelamos los vidrios, arreglamos la cafetera, no recuerdo que otras cosas más, y abrimos.
No teníamos personal.
No había alcanzado el dinero para habilitar la caja registradora.
El camión de coca cola venía y bajaba botellas.
Algún vendedor entraba y ofrecía sus productos, pero nosotros al no estar anotados como monotributistas, no podíamos comprar.
Así fue como comprábamos en Carrefour, jajajajja!!!!!
Hoy me río, después de mucho tiempo.
Héctor estaba en la caja, Horacio en la cafetera y yo atendiendo el salón.
Y los tres en cuanto se acumulaba vajilla en la bacha de la cocina, íbamos a lavarla.
Un café o cortado, más vaso de soda, y un juguito de naranja, más dos galletitas, cobrábamos $1,40.
El precio era muy bueno y la atención excelente .Respetuosa y descontracturada.
En la pantalla del televisor, siempre Crónica, por las carreras vio.
Vinieron nuestros amigos y nos felicitaron.
Ninguno se quedo sin emitir opinión de los cambios que había que hacer y que rumbo debería tomar el bar.
El bar andaba muy bien a la mañana. De 7:30 hs a 11 :00 hs.
Vendíamos mucho café, medias lunas, tostadas y tostados.
También andaba muy bien de las, 17 :00hs a 19:45 hs, se vendían más café y tostados y exprimidos de naranja. Un éxito fue el árabe de crudo y queso.
Paso lo que le pasa a la mayoría de los bares que no tienen experiencia. La clientela responde y el bar no.
Nos vimos colapsados unas cuantas tardes.
Que campari, que whisky de tal marca. ¿QUE TIPOS DE TORTAS HAY?
¿Solos tostados tienen? Que coñac, que una picada…y la puta que los parió….
Descubrimos que alrededor del bar esta lleno de telos.
Los clientes corrían las cortinitas de los vidrios.
El bar se llenaba de trampa
Por unas semanas, no más.
A las tres semanas de abrir, ya no trabajábamos de 17:00 hs a 19:59 hs.
Los inexpertos les habían fallado a sus clientes.
Recordemos que de 11:30 hs a 16:59 hs, no entraba nadie, quizás alguno se equivocaba y entraba. Pero nadie almorzaba.
Empezo a abrir solamente uno, a las 7 de la mañana. Otro llegaba a las 9 y otro al medio día.
Pusimos unas cartulinas en la vidriera: CHURRASCO + ENS. MIXTA + LATA DE COCA= $5.
Tres o cuatro almorzaban.
Lo único que sabía hacer yo, era omelete.
Hicimos otra cartulina: OMELETES DE JAMON Y QUESO + COCA COLA Y CAFÉ= $5.
Fue casi un éxito. Cinco o seis tacheros venían por medio día.
Pero no alcanzaba.
Estábamos no solo no ganando plata, si no que endeudándonos.
Una noche que se quedo Héctor, el bar se lleno de peruanos.
Y vaciaron la heladera. Cerveza era lo único que había en ella.
Con semejante dato, decidimos abrir viernes y sábado a la noche.
Fue terrible.
Ese sábado Horacio se fue a las 5 de la tarde, yo me quede, y Héctor llego a las 18 hs.
Cambiado y perfumado, para encarar el primer sábado a la noche.
Ya sabíamos, que las parejas aguantaban con un café un montón de tiempo, hasta que entraban al telo.
Así que, preparamos bastantes tostados, picadas de jamón y queso, palitos, maníes y papas fritas.
La primer pareja un éxito. Cerveza con un poquito de maní.
La segunda muy bien!! Una cerveza, una coca, palitos y papas fritas.
Otra, tostado de jamón y queso, una cerveza y un fernet.
Todo marchaba de maravillas.
En el salón sonaba Joe Coker, con, Puedes dejarte el sombrero puesto.
Pero llegando a las 22:30 de la noche….
Entra una pareja, me acerco.
_Que tal buenas noches. ¿Que les puedo servir?
CLIENTE: Me traes una carta por favor.
HUUU, cagamos!!
_SI, ya se la traigo.
Héctor me guiñeaba el ojo, pidiéndome tranquilidad.
Vuelvo a la mesa.
CLIENTE: Me traes una grande de Jamón y morrones y una cerveza.
Me meto en la cocina con Héctor.
Héctor: Sos un boludo. Tendrías que haberles avisado que los fines de semana, no hacemos comida.
Yo: Estas loco! Es una pizza nada más. Ahí tenemos prepizas.
Fui   y saque dos chopps fríos de la heladera, y una   Heineken helada.
Les coloque unos individuales de papel en la mesa, y serví la cerveza.
A los 10 minutos me llama Héctor, semi- escondido desde la cocina.
Héctor: No puedo prender el horno!!
Yo: ¿Cómo que no podes prender el horno? ¿Nunca hiciste una pizza?
Héctor: Que querés, no es el horno de mi vieja.
Yo: huyyy!! La puta que los parió!! ¿Y ahora?
      Déjame intentar a mi.
Nunca vi a Héctor tan nervioso. Transpiraba y se reía.
Héctor: Andá a decirles que no hay pizza.
Yo: Estas loco. Yo no voy. Ya pasaron 15 minutos desde que la pidió.
Hector: Andá o te cago a trompadas.
Empezamos a forcejear. Empujándonos para el salón.
Los dos resistíamos en la cocina.
Sabíamos que el primero que fuera empujado al salón, y fuera visto por los clientes, tendría que ir a poner la cara.
Se estrellaron contra el suelo un par de platos
Estábamos rojos haciendo fuerza.
Hasta que desistí, él me lleva 50 kilos.
“Sos un hijo de puta” y salí de la cocina.
A todo esto ya habían pasado unos 25 minutos y el que había pedido la pizza, cogoteaba para la cocina, ya que por un lapso de diez minutos, no hubo nadie a la vista.
Que vergüenza. Pero vergüenza, vergüenza.
Yo: Disculpe señor, no le podemos hacer la pizza.
Cliente: ¿Como?
Yo: Disculpe, pero se le rompió el horno al maestro pizzero y se quemo .No nos debe nada.
      Esto va sin cargo, no se lo cobramos.
“Que vergüenza” dijo ella.
Se quedaron 10 minutos más, terminaron la cerveza y se fueron.
Héctor y Yo, hicimos lo mismo. Birra, 10 minutos más y nos fuimos.
Que desastre.
Cuanta inoperancia. Cuanta impotencia.
Vinieron amigos gastronomitos a dar consejos. Pero nada.
Algunas vecinas venían, y las pasaba para el sótano, eso si estaba bueno.
Todo fue empeorando.
Horacio estaba triste,   solo venia 3 o 4 veces a la semana.
A los 5 meses, sabíamos que cerraríamos.
Ya no había sándwich de pavita.
Ya no había libertad para mí. Que llegaba   a las 7 de la mañana y a no ser por teatro me iba a las 11 de la noche.
Pero yo estaba contento, me gustaba.
Escuchaba las conversaciones. Sabía quien estaba de trampas. Miraba a las mujeres, tratando de seducirlas.
Fui Feliz ahí.
Jajajjajajajjaja!!!
Recuerdo los últimos tiempos….  
En la cocina, hay una ventana que da   a la calle Solís.
Digo hay, porque aún está. El bar ya no se llama Liberty, pero está.
Esa ventanita que da a la calle Solís, hacía que trabajáramos “on line”.
Pedían uno de crudo y queso.
Ahí salía corriendo yo a lo de el chino.
Yo: Me das cien de crudo.
Me escondía el paquetito dentro de la campera. Y al llegar a la ventana de la cocina ,se lo pasaba a Héctor u Horacio, que inmediatamente se ponían a hacer el pedido.
Volvía a entrar al bar, me sacaba la campera, y esperaba el especial de crudo y queso.
No puedo dejar de reírme, cuando recuerdo la tarde que pidieron un exprimido de durazno.
Salí corriendo para lo del chino. Lata de durazno.
Al quererla pasar por la ventana, nos damos cuenta, que por los barrotes no pasaba.
Decidido le pido a Héctor el abre lata.
Y ahí, arrodillado, tratando de no ser visualizado. Abrí la lata.
Comienzo a pasar los duraznos en almíbar, uno a   uno, por la ventana.
Se resbalaban de mis manos y de las de Héctor, algunos antes de llegar a la licuadora, pasaban por el piso. Deposité la lata al costado del árbol y entré.
Hoy después de 10 años.
Héctor y Horacio trabajan juntos en una casa de repuestos.
Yo, estoy tratando de convencerlos de abrir una parrilla

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